Biblioteca Historica

Fondo Giulio

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La biblioteca de la familia Giulio se puede clasificar entre las colecciones de estudio. En su núcleo más antiguo se puede ver reflejada quizás la personalidad más importante de esta dinastía familiar muy notable, la de Carlo Ignazio, científico y político.
Sus intereses de investigación son perfectamente identificables en las numerosas obras de matemáticas, mecánica, ingeniería, arquitectura, física, química, sino también filosofía y literatura, derecho e historia presentes en la colección.
La biblioteca de Carlo Ignazio Giulio no sólo expresa la fuerte individualidad del erudito, sino también, de manera más general, la gama de disciplinas que constituyeron la riqueza de información de un técnico-intelectual, con curiosidades e intereses de investigación particulares, en el Piamonte de Saboya de la primera mitad del siglo XIX.
La extraordinaria compacidad del Fondo Giulio es también el testimonio de un sistema educativo renovado, que en Piamonte derivaba del contacto vivificante con la cultura francesa, pero que tenía profundas raíces en las instituciones del Antiguo Régimen de Turín, como la Academia de Ciencias.

El gran salto cualitativo debido a la presencia de personalidades destacadas de las ciencias "puras", baste mencionar a Lagrange, había dado hacía tiempo a Piamonte un tono de adhesión participativa a los desarrollos de las ciencias exactas como la física, la química y las matemáticas, con numerosas implicaciones en el campo de la aplicación, donde se destacaron sobre todo grandes estudiosos de la hidráulica como Ignazio Michelotti y Giorgio Bidone.
El particular cientificismo subalpino, marcado por la propensión tecnológica, dio el tono a todo el siglo siguiente y es quizás la base de la controvertida alma industrial de la zona de Turín. No es casualidad que en la biblioteca de Giulio se encuentran muchas obras del siglo XIX (y, en particular, de la primera mitad, la época de Carlo Ignazio) y algunas de los siglos anteriores (12 obras del siglo XVI, 21 obras del siglo XVII, 246 volúmenes del siglo XVIII, unos 1500 volúmenes y más de 2000 folletos del siglo XIX).
La intención era, en efecto, la de seguir el poderoso desarrollo de las ciencias puras y aplicadas en sus devenir: intenciones de científico y de maestro, luego también de político. Después de la muerte de Carlo Ignazio (1859), los argumentos se volvieron menos homogéneos, careciendo de la gran personalidad unificadora. En la biblioteca encontramos los componentes indispensables de la formación de la clase dominante subalpina en el umbral de la Unificación.
En el caso particular de Giulio, tenemos la conexión entre los elementos científicos y administrativos, particularmente significativa expresada por una personalidad dispuesta a abrir el conocimiento técnico usándolo en las ciencias de gobierno, con la intención de actuar como reformador para la creación de un nuevo Estado. Por este motivo, el acceso a la biblioteca de Giulio solo puede ser temático. Así se puede ver surgir la agricultura, con textos generales de carácter estadístico, tecnológicos o monográficos sobre temas muy debatidos en la primera mitad del siglo XIX, como la sericultura y la morera afín, la fruticultura y la ciencia de la comunicación. La arquitectura está representada por algunos grandes teóricos como Alberti, Serlio, Palladio, Vignola, Francesco Milizia.
La especialización de Carlo Ignazio en ingeniería hidráulica se evidencia por la presencia de numerosos volúmenes, desde la gran colección de Bélidor (Architecture hidraulique, Paris 1782 y siguientes), hasta los estudios de Bossut y Viallet sobre presas, pasando por los de Coulomb, hasta a los estudios piamonteses de mediados del siglo XIX. Se presta especial atención a los problemas de los puentes colgantes, que gozaron de gran aceptación y gran difusión en aquella época.

Muchos estudios de ingeniería son ingleses y franceses. El camino de la actualización pasó casi en su totalidad por aquellas naciones que más contribuyeron al perfeccionamiento de la mecánica, en particular de la mecánica del hierro. Giulio estuvo muy atento a lo que sucedía en estos países, también a las nuevas perspectivas que se percibían detrás del desarrollo de la ciencia ferroviaria, unificandora de varias rutas especializadas, desde la siderurgia hasta el vapor, desde la construcción de puentes hasta los métodos de la apertura de galerías.
La industria está representada en el Fondo Giulio no sólo con la literatura más estrechamente relacionada con su especialización, la mecánica, sino también con obras de técnica minera, vidriera, alimentaria (incluida la panificación) y técnicas del papel. El área relativa al derecho es también muy amplia, dividida en textos generales, lecciones, memorias, tratados específicos sobre ramas particulares, y en una larguísima serie de folletos legislativos. Con el derecho, la economía y, sobre todo, las finanzas están ampliamente representadas. El conocimiento de las ciencias del gobierno era fundamental para un representante activo del Parlamento Subalpino, inmerso en una era de grandes transformaciones.
El alcance es, también en este caso, muy amplio. Predomina con mucho la literatura sobre temas científicos, ya sean ciencias físicas o naturales. Hay unas cincuenta obras generales, que tienen como tema las ciencias físicas, con unas veinte ramas en disciplinas individuales. Un lugar propio lo ocupan algunos relatos de viaje y similares, que incluyen también libros recopilados por un heredero de Carlo Ignazio.
Otro sector más reciente, que perteneció al último heredero de la familia Giulio, el coronel Gian Carlo Falconieri, tiene su propia individualidad distinta. Soldado de carrera, activo en la Primera Guerra Mundial, Falconieri dejó cerca de 200 volúmenes, entre los que se identifican un filón dedicado a la Guerra Mundial, uno sobre el África italiana, un pequeño grupo de novelas de principios de siglo, una pequeña serie de tratados de fruticultura, algunas obras de fisiología y numerosos volúmenes de historia.